Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1887-1888 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 12 de enero de 1888
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Dávila
Número y páginas del Diario de Sesiones: 23, 539
Tema: Contestación al discurso de la Corona

Yo no quiero entrar, ni debo hacerlo, en este debate, sobre todo, en vista del sentido que ha tomado, y que no se lo dio seguramente el digno individuo de la Comisión; sino que se lo ha dado el representante de la izquierda, Sr. Dávila. ¡También es fuerte cosa la pretensión de los señores reformistas, de que han de atacar de todos modos al Gobierno y a la mayoría, y rebuscar las supuestas contradicciones que puedan existir en la mayoría y en el Gobierno, y no hemos de tener nosotros la libertad de poner de manifiesto las contradicciones verdaderas que existen en el grupo a que S.S. pertenece! ¿De cuándo acá se ha declarado inviolable? Pero en fin, eso me importa poco; lleve S.S. si quiere, y lleve el grupo de la izquierda las discusiones a ese terreno: a mí me es igual. Yo me levanto únicamente a rectificar una cosa importante, cual es la forma, la ocasión y la causa que influyó en S.S. para separarse de mí. (El Sr. Romero Robledo: Es la única que he dicho). Su señoría equivoca completamente las fechas. (El Sr. Romero Robledo: Me alegro, porque rectificaré a S.S., que esto es muy interesante).

Los dos éramos Ministros de la Corona; yo tenía la honra de ser Presidente, S.S. Ministro de Fomento del Rey Don Amadeo de Saboya. Servíamos S.S. y yo lealmente a aquel Rey, como era nuestro deber; pero aquel Rey, porque así lo tuvo por conveniente, porque así creyó que servía mejor los intereses de la Nación española, se sirvió llamar a sus consejos a otro Ministerio, y nosotros, sus Ministros, le presentamos, como era también nuestro deber, la dimisión. De aquí arranca la separación de mí de S.S. y sus amigos; porque yo, a pesar de mi salida del Gobierno, me creí en el deber de seguir sosteniendo aquella Monarquía y aquella dinastía, mientras que S.S., porque el Rey, haciendo uso de su derecho, había llamado a otro Gobierno a los consejos de la Corona, ya no creyó que debía seguir apoyando aquella dinastía. (Risas). Y no tengo más que decir. Yo continué lealmente al lado de aquella dinastía, y si aquella dinastía hubiera querido defenderse, yo hubiera estado a su lado para defenderla, porque así comprendía yo los deberes de la lealtad. (Muy bien). Después sobrevinieron los acontecimientos que todo el mundo recuerda; aquella dinastía no quiso defenderse, y yo en momentos dados fui llamado, no a servir a la República, sino a servir a la Patria constituida bajo la forma republicana, que era la única posible en aquella ocasión, y me opuse a que contra la República se conspirase, y a que contra la República nadie se levantara, y cuando fue necesario en aquel tiempo hice la declaración solemne, que he reiterado muchas veces, de que yo era monárquico, pero que no permitiría, en bien de mi país, que nadie atentara contra la forma de gobierno subsistente, pidiendo que se hiciera la Constitución, y que con arreglo a ella el país se decidiese por la Monarquía o por la República.

Yo no puse veto a ninguna dinastía. La dinastía de los Borbones vino como restauración; no con mi beneplácito, ni mucho menos con mi aquiescencia; vino contra voluntad, porque yo no quería que viniera como vino. Pero al fin vino, y cuando se apeló al país y las Cortes reconocieron la dinastía, nosotros la reconocimos también, y estamos dispuestos a defenderla con la misma lealtad con que quise yo defender la dinastía de Saboya. (Aplausos). [539]



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